Tras la renovación de su Clase C, Mercedes-Benz también ha querido poner al día la carrocería coupé de esta serie. Su imagen es más deportiva y dinámica, por que en realidad, se trata de una evolución del SportCoupé que la marca lanzó en 2000, y está desarrollado sobre la base del anterior Clase C, no del que en la actualidad se comercializa.





No es un coche para amantes de las sensaciones fuertes o la conducción al límite, sino un excelente automóvil para disfrutar al volante sin sobresaltos y con toda la seguridad y fiabilidad que define a la marca de la estrella.

Su carrocería es de tres puertas (las dos delanteras más el portón trasero). Mide 4,45 metros, proporcionando un tamaño compacto que se antoja muy adecuado para ofrecer una habitabilidad más que correcta, combinada con la agilidad y manejabilidad propias de un vehículo de esta gama.


La nueva imagen emana toda la elegancia y distinción de Mercedes-Benza, con clara inspiración en su predecesor, aunque actualizado en algunos matices: la parrilla, los grupos ópticos delanteros y traseros, el nuevo portón con una línea de leds como luz de freno, las tomas de aires más generosas... El resultado es un conjunto muy atractivo aunque sin las estridencias propias de otros coupés, una cualidad, que sin duda, sabrán valorar los incondicionales de la marca.


La gama de motores del CLC SportCoupé es muy parecida a la del Sportcoupé, modelo al que reemplaza. Hay motores Diesel y de gasolina de entre 122 y 272 CV de potencia, de cuatro y de seis cilindros. Todos los motores de cuatro cilindros están sobrealimentados: de estos, los de gasolina llevan compresor y los Diesel turbocompresor. Los de seis cilindros (CLC 230 y CLC 350) son atmosféricos.


La mayor diferencia en la gama de motores del CLC SportCoupé respecto al anterior Sportcoupé está en la versión 200 K, que da 184 CV en el primero y 163 en el segundo. Para que dé más potencia Mercedes-Benz ha cambiado el compresor, los pistones y la gestión electrónica.

Con este motor de 184 CV, el CLC gasta 7,8 l/100 km (con cambio manual), acelera hasta 100 km/h en 8,6 segundos y alcanza 235 km/h de velocidad máxima. Es decir corre más y gasta menos que el anterior 200 k Sportcoupé de 163 CV. Gasta más combustible que el BMW 320 Coupé de 170 CV y que un Audi A5 1.8 TFSI de 170 CV, pero mucho menos que un Alfa Romeo Brera de 185 CV (tabla comparativa).
También hay algunos cambios en el motor Diesel menos potente (200 CDI) para que gaste menos combustible que el anterior Sportcoupé.


Todos los motores del CLC SportCoupé llevan de serie una caja de cambios de seis velocidades. Opcionalmente, pueden tener una automática de cinco, salvo el CLC 350 al que le montan una automática de siete marchas («7G-Tronic») que hemos probado en otros modelos de Mercedes-Benz y resulta muy satisfactoria. Si el cambio automático va en combinación con el «paquete deportivo», hay unas levas en el volante para cambiar de marcha.


El CLC no es el coupé más deportivo o pasional del mercado, porque ésas tampoco son las prioridades de una marca como Mercedes-Benz. Sin embargo, en lo que está un escalón por encima es en la calidad general del producto, en todo lo gratificante que percibimos al ponernos a su volante o al disfrutar de un viaje en su interior.
Es en esto en lo que la casa alemana se distancia, incluso respecto a sus competidores directos en el segmento de las marcas Premium. Los materiales utilizados en su habitáculo son de primerísima calidad, con guarnecidos que no sólo le dan un aspecto inmejorable al conjunto sino que también contribuyen de forma determinante a la eliminación de cualquier tipo de ruido extraños o desajuste entre las piezas.


El equipamiento de esta versión básica es correcto pero sin excesos. Tiene lo que se puede esperar de un coche de este nivel y precio, pero quizá hay algunos opcionales que podrían haber estado incluidos en la dotación de serie, puesto que varios de sus rivales de mercado así lo ofrecen. Porque tenemos que pagar un extra para disfrutar de detalles como el control de la presión de neumáticos, el climatizador, el sensor de lluvia o los anclajes ISOFIX para sillas de niños.

Los coupés nunca son la panacea de la habitabilidad, eso es evidente. La configuración de la carrocería, sus tres puertas y los techos con tendencia a la caída en su parte posterior suelen condicionar el espacio disponible en su interior y el CLC no iba a ser una excepción. Sin embargo, el SportCoupé es uno de los coches de esta tipología más convincentes en tal aspecto, ya que sus dos plazas delanteras son generosas e incluso las dos traseras (el coche está homologado para cuatro plazas) cumplen con la única excepción de una altura disponible al techo algo justa, incluso el acceso a esta zona posterior también es de los mejores entre los ocupes de la categoria.


El hecho de que el nuevo "SportCoupé" siga apostando por la plataforma de la antigua Clase C podría parecer un inconveniente, quizá señal de una concepción un tanto obsoleta del producto. Nada más lejos de la realidad. Porque la anterior Clase C era tan buena que el CLC se beneficia de todas esas virtudes, teniendo muy poco que envidiar a cualquiera de sus hermanos de marca más actualizados tecnológicamente.
La solidez de su plataforma, la nobleza de reacciones en todo momento son características que nos permiten disfrutar de una conducción a ritmos elevados pero con absoluta seguridad.

Por imagen de marca, por posicionamiento en el mercado y por propia concepción del vehículo, ya decimos que el CLC no es un coche para quienes buscan un deportivo radical, eso es innegable. Por el contrario, se antoja como un compromiso acertadísimo para todos aquéllos que valoren conducir un coche de calidad irreprochable, con todas la garantías de una marca de referencia en el mercado, una estética más que agradable y el confort y seguridad también típicos de Mercedes-Benz.
Publicado por:
Jesus Agustin.

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